todo lo bueno que un hombre
puede hacer
suena el despertador. son las 7.30.
fede se levanta despacio, procurando no despertarla. comprará algo especial para el desayuno, que hoy es día de fiesta.
agustín, que también está contento porque hoy es día de fiesta, entra pidiendo todo el candeal que tengan, que va a preparar preñaditos para los festejos. cuenta también que al final no se han ido el mes entero de vacaciones, porque han estado quince días haciendo de canguros para darle a la niña y al marido cuartelillo.
buen hombre es éste, piensa fede.
ya de vuelta, pasa por la taberna y… sugerencia: el lechazo que ha preparado consuelo para la cena se merece un buen vino. llevará un ribera. no, mejor un cigales. qué narices, un día es un día, se lleva los dos.
ahora sí, vamos a casa, que consuelo no se puede perder los amarguillos recién hechos.
y fede camina, tranquilo, contento, como todos hoy, que es día de fiesta.
el resto de la jornada pasa tan rápido que apenas le ha dado tiempo a saborearla. casi sin querer ya está en el campo, preparado para el momento más grande. y ahí está también agustín. y ceferino. y justo, alfonso, luís, roberto… están todos.
y entonces, sí… parece… parece que sí... que... SÍ... AHÍ ESTÁ...
¡YA VIENE!
fede se prepara. todos se preparan. agarran sus armas y salen al encuentro del toro. los lanceros arremeten contra el animal ya cansado de correr, lo torturan sin tregua agujereando su cuerpo dañado con lujurioso ánimo y excelsa satisfacción.
así un lancero tras otro. un fede tras otro. hasta darle muerte.
todo lo bueno que un hombre puede hacer muere con ese toro, en ese mismo instante.
todo lo bueno que puede hacer.
un hombre.
cientos de hombres.